El martes 29 a las 7:40, R. se desplazaba en su bicicleta rumbo a la casa donde iba a comenzar su jornada laboral como empleada doméstica. Para llegar a su puesto de trabajo, sale de su casa del barrio Buen Pastor, desemboca por R.O. del Uruguay en la Ruta 205 y a la altura del kilómetro 65.500 cruza la calzada para tomar la Avenida Botta, una calle de tierra que ingresa al costado de la parrilla La Querencia.
En ese camino de poca circulación fue interceptada por un adulto que iba a bordo de una moto Honda Titán CG roja. El depravado se aproximó a R. (34 años), andando se puso a la par y la empujó haciéndola caer contra la zanja. Se le tiró encima, le bajó la calza y comenzó a manosearle sus partes íntimas por dentro de la bombacha. En estado de shock la víctima comenzó a gritar suplicando que la deje ir. “No me hagas nada. Llevate el teléfono pero no me hagas nada”.
Como el abusador no se detenía, R. intentó escapar y correr pero fue alcanzada por el degenerado, quien la tiró al piso y le sustrajo el celular, un Motorola G8 Play. Desistió de continuar con el ataque sexual, se subió a la moto y escapó.
En la desesperación por zafar del abusador R. pudo retener en su memoria la marca y el color de la moto y los primeros dígitos de la chapa patente: AO63. La víctima realizó la denuncia en la Comisaría de la Mujer y la Familia y en la declaración testimonial aseguró que el atacante en ningún momento se quitó el casco, que llevaba uniforme de trabajo de color claro y botas blancas, y que no había testigos que pudiesen haber presenciado el hecho.
Habiendo superado, en parte, el trauma ocasionado por el acoso, R. reconoció que está preocupada, como madre de una niña de11 años, que un degenerado y delincuente de esta calaña ande suelto por la ciudad, pudiendo arruinarle la infancia o la vida a otra mujer, o a una menor que transite sola por la calle.