Cañuelas conoció la historia de Ramiro Gómez en febrero de 2019 cuando su mamá dio a luz a Jaho, el séptimo hijo varón de la familia.
Pero Natalia Luna, la mamá de Ramiro y Jaho, se abrió para contar que la indescriptible felicidad de haber dado a luz estaba traspuesta por una compleja situación: se quedó sin trabajo por estar embarazada y a su hijo mayor le diagnosticaron cáncer: “Mi bebé es hermoso y está muy bien, pero lo que más me preocupa es la situación de Ramiro. Tiene un tumor en la rodilla de la pierna derecha, y aunque no hizo metástasis es maligno y me preocupa", contó acongojada Natalia hace más de un año.
Por esos días Ramiro se preparaba para su cuarta intervención programada para extraerle el tumor. Después de seis horas de quirofano, la intervención fue exitosa y pudo conocer a su pequeño hermanito.
Ocho meses después, el 9 octubre de 2019, al cumplirse un año de su enfermedad terminó con el tratamiento de quimioterapia y los estudios eran alentadores. “Estábamos felices porque creímos que todo había terminado, pero a la semana empezó con mucho dolor en el hombro izquierdo. Se le hizo metástasis y todo volvió a empezar. Comenzó otra vez más con ‘quimio’, pero fue inútil porque no le hacían efecto para nada. Después se le hizo metástasis en la otra pierna, en el otro hombro, en la hingle, en el estómago y por último en el pulmón, que eso fue lo peor”, narra emocionada su mamá.
Ramiro atravesó un largo proceso de internaciones hasta el 26 d febrero pasado. Ese día los médicos “nos dijeron que ya no había más nada para hacer. Y el decidió volver a Cañuelas para estar cerca de la familia”, contó Natalia.
“En el Cuenca (Hospital Regional de Cañuelas) tuvo muchas altas y bajas antes de que saliera el coronavirus. Nos hablaron de una terapia japonesa (Johrei) y decimos empezarla. Clarita Rojas y Elizabet Ibáñez le transmitían luz a través de las manos y a partir de eso empezó andar de diez, cada día mejor. Hasta que empezó la cuarentena y no permitían más visitas en el hospital. Asíque las terapistas no pudieron seguir y Ramiro empezó a recaer cada ves más, día a día".
Con un relato que estremece, Natalia reconoció que el circulo intimo “me pidió que lo suelte. Yo a pesar de su dolor no quería perderlo, me negaba. Hasta que el día viernes se le infiltró la vía, lo pincharon tres veces y no sintió nada, ni s dio cuenta. Sólo dormía. Ahí me sentí re egoísta porque el ya no aguantaba más y seguía por mí”.
En la madrugada del miércoles 15, llorando y tomando su mano Natalia rezó junto a él y le pidió a Dios que haga su voluntad, pero que no sufra más. “Le dije a él al oído que si estaba cansado que descansará, que yo estaba a su lado. Que lo amaba con el alma y que no lo iba a dejar solo”. Minutos después, Ramiro, pareciendo comprender el doloroso mensaje de su madre, decidió partir “a un mundo mejor. Él estaba esperando que yo le diera el permiso para irse”.
Sin consuelo, Natalia confiesa que lo extraña muchísimo. “Todavía no caigo que ya no voy a volver a ver esa sonrisa q me alegraba la vida”.