A eso de las 6:40 de este lunes Florencia Sacchetti abordó una unidad diferencial de la Línea 51 en una de las paradas de la calle Del Carmen. Pagó la tarifa y se sentó en la parte trasera del colectivo largo, pasando el “acordeón”, contra una de las ventanillas.

Como todos los días, la joven de 25 años estaba yendo a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires para empezar la semana en la empresa de logística en la que trabaja. Pero lo que parecía el comienzo de una jornada común y corriente se transformó en una mañana terrorífica.

“Todo iba bien hasta que siento un líquido en la parte de atrás del cuello, cómo si te pusieras un perfume. Me toqué pensando que era la ventilación del colectivo y lo dejé pasar. A los minutos me empiezo a sentir mal, me empezaron a temblar las piernas y me dolía muchísimo la cabeza”, relató la víctima en un posteo de redes sociales.

Florencia atinó a bajarse en Ezeiza, antes de que el “expreso” suba a la autopista para seguir el recorrido rumbo a Capital. “Me metí a un kiosco pidiendo si me podían ayudar y la empleada me dijo que ‘no’ y que me vaya. Le compré un agua y pañuelitos para limpiarme la zona. Sintiéndome peor caminé hasta que me encontré a un policía. A todo esto, en la puerta del kiosco había un hombre, cómo esperando a que yo salga. Cuando empecé a caminar, comenzó a seguirme”, describió.

Florencia le contó a NacPop que el efectivo siempre minimizó la situación y le manifestaba que seguramente era una baja de la presión arterial. “Aun sabiendo todo lo que le había comentado y como me sentía. Para esa altura ya veía borroso, me temblaba el cuerpo, el dolor de cabeza era peor, y hablaba como balbuceando”.

Luego de diez o quince minutos, el uniformado observó que Florencia no se recomponía y decidió llamar a la ambulancia. “La doctora y la enfermera me escucharon desde un principio, me cuidaron y me contuvieron. Me trasladaron a una salita de Ezeiza, dónde me revisaron y me pasaron un suero para hidratarme. Una vez allí, el enfermero se sentó conmigo y me explicó lo que me hicieron”.

Florencia con suministro de suero en la salita de Ezeiza donde fue atendida.

Por el episodio del spray en el cuello, los síntomas posteriores, y los resultados de un examen de laboratorio los médicos no dudaron en el diagnóstico. Florencia había sido intoxicada con el sedante que los atacantes emplean para debilitar a sus víctimas para después robarles o abusarlas: “te drogaron en el colectivo con un tipo de burundanga. Con la hidratación y descanso, ya vas a estar mejor. El cuerpo lo expulsa solo”, le dijo la doctora. Eso fue una presunción ya que desde la salita de primeros auxilios no le indicaron continuar la atención con análisis de sangre para confirmar la sustancia que había descompuesto a Florencia.

“Me quedé más helada de lo que ya estaba, y eso que ya estaba con mi familia y me sentía mucho más segura y tranquila. Una vez con el alta en mano, me dieron indicaciones y me mandaron a casa. Yo ya me siento un poco mejor, de a poco me está dejando de doler la cabeza, que es el único dolor que me duró más. Solo fue un susto grande y un mal momento. Si te pasa algo así, dirigite a un policía enseguida e insistirle con que llame a la ambulancia, ya que según ellos, solo te baja la presión y no es necesaria una denuncia”, comentó.

La “burundanga” es una droga que en segundos adormece a las víctimas para dejarlas a merced de los delincuentes y es la sustancia utilizada en 8 de cada 10 abusos con el empleo de narcóticos. Se puede emplear
Los especialistas sostienen que la Escopolamina, el nombre científico de la famosa sustancia, es altamente tóxica y que afecta a la conducta de quien la consume y convierte a las personas atacadas, en su mayoría mujeres, en "zombies”. Se puede incorporar al cuerpo humano por vía inhalatoria, por contacto con la piel y ojos, o con la aplicación de parches.

Es de origen afrocubano y tiene usos alucinógenos. Proviene de plantas de la especie datura, que contienen diferentes concentraciones de escopolamina y de hiosciamina en raíces, hojas y semillas.