La seguridad vial es una responsabilidad primordial de quienes deben proteger a los conductores y velar por el cumplimiento de las normas.
Sin embargo, lo ocurrido en la autovía 3, a la altura del kilómetro 67, resulta tan sorprendente como indignante. Un móvil de Seguridad Vial de la provincia de Buenos Aires fue captado circulando en contramano por la banquina, una zona reservada para detenerse en casos de fuerza mayor o emergencias.
El incidente, que tuvo lugar a escasos metros del acceso a Pellegrini, donde la camioneta suele ubicarse periódicamente para detectar infracciones por exceso de velocidad, cometió una falta mucha más grave.
Lo más escandaloso es que la imprudencia fue cometida por un agente y un vehículo de un órgano fiscalizador destinado a la prevención de accidentes y al control de infracciones. De acuerdo al testigo, el utilitario iba en sentido contrario para recoger los conos y el cartel que obligatoriamente debe anunciar que en los próximos metros hay una posta de fiscalización de velocidad. Lo único -escasísimamente- positivo: prendió las balizas.
Este irresponsable acto no solo pone en riesgo la integridad de los conductores, sino que también no predica con el ejemplo y envía un mensaje contradictorio.
¿Qué se puede esperar de una institución que debería dar el ejemplo y que, en cambio, incurre en una conducta temeraria que desafía las propias normas que busca imponer?