Carlos Mugica fue un cura con un marcado compromiso social. Fue acribillado por la Triple “A” el 11 de mayo de 1974 y en una nueva fecha conmemorativa a ese episodio, en “Tiempo de estar” habló Ricardo Capelli, su gran amigo.
“Me hice amigo de Jorge Conzi y en su oficina había un recorrido constante de gente armada, pensaba que era un desfile de gente armada de López Rega y ahí conocí a quien después mató a Carlos Mugica, Rodolfo Almirón”, arrancó Capelli. Cabe recordar que Mugica tuvo un claro alineamiento con el Peronismo, hasta llegó a ser asesor, pero renunció por diferencias con el ministro José López Rega.
“Cuando estábamos en la camilla, Mugica le dijo al cirujano que me atiendan a mi primero. Me cedió la vida, así era él”, contó emocionado en la comunicación con NacPop.
“Estuve con Perón, que no era el de las grandes épocas, y López Rega ya había tomado las riendas en sus asuntos sociales, que fueron aberrantes. En el momento del asesinato, Carlos se había acercado a Perón”, recordó el gran amigo del cura de las villas.
“Carlos vio la explotación de los hacheros en La Forestal, se empezó a hablar de lucha armada y puso el tren en marcha. Además, se calentó cuando mataron a José Rucci”, agregó.
“La Triple ‘A’ mató a Mugica y le tiró el cuerpo a ‘Montoneros’. Y los comunicadores que reafirman eso, están en el servicio, no son periodistas”, dijo Capelli.
Y respecto a su libro: “El Padre Carlos Mugica, antes y después del asesinato de mi amigo”, reseñó: “El relato comienza en 1954, cuando lo conocí en un cumpleaños de colado. Yo tenía 17 años. Ahí comenzó mi amistad. Él estaba en el seminario y nos hicimos muy amigos. Después, hablo de toda la persecución que tuve hasta 1999”.
Entre las frases más icónicas, entregó: “Yo no soy creyente, pero ser amigo y confidente de un cura no es joda”. Y también parafraseó al cura: “Tenemos que dejar de hablar de los pobres y empezar a hablar de los ricos”.
En ese sentido, evocó una historia conocida: “Un día, en la Universidad de El Salvador, Martínez de Hoz le dijo ‘Che Carlos, pobres hubo siempre’, y ahí respondió con una trompada. Lo corrieron y se metió en un estacionamiento”.
Sobre el final, intentó explicar su milagrosa recuperación: “Hubo algo o alguien que me protegió. En plena tortura, se me levantó la venda y vi cómo gozaban y disfrutaban. Todo eso cuento en mi libro”.