Dos veces cita la palabra unidad el diputado del Parlasur Gustavo Arrieta al anunciar en sus redes sociales el encuentro del que participaron sus pares del bloque, la intendenta Marisa Fassi y el diputado nacional y presidente del Partido Justicialista de la provincia de Buenos Aires, Máximo Kirchner, hacia fines de la semana pasada en un salón preparado para la ocasión en Uribelarrea. Y es un buen disparador para reflexionar en torno a desafíos urgentes y la necesidad de que el peronismo, campo popular o como se quiera categorizar, encuentre una salida al padecimiento que atraviesa una buena parte de la sociedad y presente una opción superadora que vaya -bastante- más allá de ganar una elección. El Frente de Todos, en 2019, se unió para triunfar en la contienda electoral y fracasar como gestión de gobierno. Fue un amontonamiento de diferentes sectores, dirigentes, un puñado de militantes y escasísimos cuadros técnicos; fórmula que, entre otros múltiples factores, llevaron a Javier Milei a la Casa Rosada. 

No habrá que preguntarse, primero: el por qué y el para qué la unidad. Tal vez sea, la llanura actual, una ocasión para que el peronismo se renueve en todo aspecto y a la tan afamada unidad se llegue a partir de una serie de acuerdos programáticos que incluyan nuevos dirigentes y cuadros técnicos.

Atenti. La renovación no está supeditada a la edad de nadie. Se puede ser un joven formateado con pensamientos vetustos, o en contraposición alguien que peina canas pero que logró aggiornarse a los desafíos de la hora. Cada cual deberá hacerse cargo del lugar que ocupa u ocupó, lo que hizo, lo que dio y lo que tiene para aportar. Primero la Patria.

¿Sería descabellado que este aglomerado de Unión por la Patria pueda ganar una elección a corto o mediano plazo? Sin dudas que no. Pero la pregunta que vuelve a ser recurrente es: ¿para qué? 

Y es posible que el convite donde dio el presente el diputado Kirchner venía preparándose desde hace un tiempo. Pero el almanaque es categórico.

En pocos días pasaron por Cañuelas Kicillof, -entre la gestión y su proyecto presidencial indisimulable- con parte de su gabinete, entre los que estaban Andrés "Cuervo" Larroque, ministro y armador de Axel en su objetivo nacional; y a los pocos días, desembarcó Maximo.

¿Es una buena señal? No. Más bien todo lo contrario. Confirma la tensión. 

No lo van a reconocer ni en privado siquiera, pero algunos intendentes o dirigentes con cierto nivel de responsabilidad de gestión están acalambrados de hacer tanto equilibrio. Los chicos de ahora las califican como relaciones tóxicas. Pero, una consulta: ¿por que se pelean? ¿Es por diferencias en el modelo de gestión, debaten la dinámica de la profundización de las políticas públicas que beneficiarían a la sociedad toda, los separa algún aspecto de cómo generar un modelo federal de gobierno, cómo integrar Argentina al mundo actual, la reindustrialización del país sujeto a las nuevas tendencias? Ah, ¿no? Estamos jodidos entonces.

La encerrona en la que está metido el peronismo es casi perfecta. Los mismos dirigentes que dominan minorías intensas y no pueden garantizar unidad detrás de un programa son los que condicionan la escena porque en ellos recaen las terminales de poder (en el amplio universo de la palabra). Quien no tiene diputados nuclea senadores. Otro coordina ministerios provinciales y presta sus manos para que no corra riesgo la mayoría en el parlamento bonaerense. Y con ejemplos así podríamos seguir. Entonces todo está impecablemente detenido. Y como excusa para la inacción se analizan los resultados de las encuestas. Y Milei y su banda van. O actúan que van. 

¿El peronismo podrá salir de su propio laberinto? Sería un gravisimo error subestimar a un movimiento al que lo proscribieron, lo bombardearon, lo quisieron desaparecer y sigue en pie.

Sin embargo, no hay que ponerse colorados al señalarle a los que condujeron al pueblo a la derrota electoral, que no lo lleven al matadero. Es AHORA, salgan al sol. El pueblo, por ahora, espera...

Por Enzo.